Si jugase a encadenar series de palabras y me pusiesen COVID-19,
gestión y España, seguro que afirmaría que la siguiente es DESASTRE.
Pero este fácil juego de palabras esconde un sentimiento de frustración
personal y que creo que se corresponde con el de muchos españoles (los
que pueden sentir frustración porque muchos de nuestros compatriotas han
dejado y dejan la vida en esta suerte de locura denominada pandemia).
Mi frustración va acompañada de una pregunta que me hago constantemente:
¿por qué lo han / hemos hecho tan mal?
Durante años hemos
escuchado hasta la saciedad, por unos y otros partidos, que teníamos una
de las mejores sanidades del mundo, que nuestro sistema era envidiado
en todo el planeta, que nuestros profesionales eran de los mejor
capacitados del mundo, que vivíamos en un país seguro. Yo la verdad me
he acostado tranquilo durante mucho tiempo, sabiendo que nuestros
dirigentes mantenían una especie de paraíso donde había tenido la suerte
de nacer y vivir. Ahora cuando me acuesto no me siento bien y lamento
que este tsunami planetario denominado COVID-19 haya puesto en solfa
toda nuestra vida. Lo que más me dolor me produce es que me temo que
entregaremos a nuestros hijos un futuro en forma de testigo envenenado.
En
cualquier caso, me gustaría no ejercer la crítica fácil y realizar un
análisis en profundidad, un análisis profesional de una persona que
proviene del mundo de la inteligencia y que en algunas ocasiones le ha
tocado lidiar con algunas crisis, no sanitarias, pero es que todas las
crisis se parecen, por lo menos en su esencia.
Dividiré este estudio en cuatro partes para que podamos juntos ir analizando el proceso y tener así más elementos de juicio.
GESTIÓN DE CRISIS
La
gestión de crisis engloba todas las acciones que debemos ejecutar
ANTES, DURANTE y DESPUÉS de la situación de crisis para amortiguar el
daño producido. Estas acciones deben tener dos objetivos prioritarios,
prevenir para que la crisis no se produzca o, en el caso de que no pueda
evitarse, disponer de una respuesta adecuada para que nos afecte lo
mínimo posible.
Las acciones de respuesta deben estar integradas
en un plan estratégico que debe contener los protocolos de actuación y
un control de su ejecución y cumplimiento. Este plan debe contener las
capacidades reales de respuesta en el momento de su elaboración,
cuestión para la que será necesario realizar un análisis exhaustivo de
los medios materiales y personales de los que se dispone y plasmar
claramente la estructura de división de funciones y responsabilidades.
En
una estructura administrativa como la española, con una dirección
general centralizada en el gobierno de la nación, pero unas competencias
cedidas a las Comunidades Autónomas en muchos ámbitos, incluido por
supuesto el sanitario, asumiendo por tanto estas la ejecución de las
acciones en sus territorios, el sistema no debe variarse. Lo que
funciona descentralizado no debe centralizarse porque se cometerá un
error que generará confusión, falta de colaboración y desorden. Esta
respuesta en el plano local debe incluir a los ayuntamientos que son los
verdaderamente conocedores de las características de su población y de
su propio territorio.
En el desarrollo de todas las acciones para
hacer frente a la crisis la comunicación alcanza un valor
extraordinario. Cuando un problema como una crisis afecta a toda
población, y la respuesta ha de ser rápida y eficaz, para intentar
sofocar cuanto antes los daños sufridos, disponer de un mensaje único,
claro y conciso es de vital importancia. Es necesario tener en cuenta
que la sociedad actual ya no se rige por los mismos patrones de
comunicación y que hoy en día la información es en cierta medida
incontrolable. Hoy cualquier persona dotada de su teléfono móvil se
convierte en una suerte de reportero con capacidad para emitir un
mensaje y que se viralice de forma inmediata e incontrolada,
distribuyéndose la misma al margen de su veracidad y alcanzando un plano
global y no local.
Una consecuencia derivada de todo este
escenario es que tanto los gobiernos como los medios de comunicación
tradicionales han perdido el monopolio de la distribución de noticias,
produciéndolas ahora personas que no son profesionales de la
comunicación.
Esto produce que realizar acciones de
desinformación, especialmente perjudiciales en el caso de una crisis de
cualquier tipo, sea tremendamente fácil y difícil de controlar.
Todas las crisis tienen, al menos, tres características comunes que marcan cuál debe ser nuestro comportamiento ante ella: necesidad de tomar decisiones, falta de información y rapidez de acontecimientos.
Estas situaciones, sea cual sea el agente que las produce, son momentos
vitales, decisivos, porque alteran la normalidad, generan sensación de
debilidad, nos vuelven frágiles, y se pone en cuestión todo aquello que
ayer, cuando todo era normal, no se ponía.
Lo malo de toda esta
situación, por si lo anterior fuese poco, es que las normas que regulan
nuestra normalidad ya no valen, debemos tomar decisiones rápidamente y
deben ser certeras para no agravar aún más la crisis, no contamos con
protocolos adecuados, el personal que ayer era perfecto hoy ya no lo es
tanto, la coordinación entre organismos no estaba pensada para esto y
los que dirigen el escenario disponen de un conocimiento más bajo de lo
que sería deseable.
Tratemos brevemente el asunto de los que
dirigen. El asunto se convierte en un verdadero problema cuando asumen
la dirección de estas situaciones personal con poco o ningún
conocimiento al respecto y poca o nula experiencia en estas actividades.
Lo recomendable es que antes, durante y después se atienda a los
criterios de profesionales con experiencia en este campo, que primen los
criterios científicos por encima de los políticos o de cualquier otro
tipo. Pero lo que suele ocurrir, cuando las crisis afectan a los
Estados, tal y como ocurre con esta, es que toman la rienda de su
gestión los políticos, desoyendo las indicaciones de los técnicos, y
llevando el asunto a la arena política, convirtiéndose en el arma
arrojadiza para lanzarse unos y otros. La verdad es que la clase
política parece que viva permanentemente en una realidad paralela, en un
mundo inventado para que ellos disfruten con sus batallas políticas.
La
política, y esto es mi opinión, creo que es la única actividad
profesional en la que primero te contratan y después demuestras si estás
capacitado o no para llevar a cabo las labores que se te han
encomendado. Esto no ocurriría nunca en la empresa privada, donde se
contratan a las personas porque han demostrado su capacidad profesional
anteriormente y esto es lo que determina su valor para la compañía y su
sueldo.
En definitiva, una crisis es, si me permiten el símil,
una cámara fotográfica que nos retrata a la perfección y pone a cada uno
en su sitio, nadie está fuera de la escena. Y los que mandan, ordenan y
organizan están en el primer plano. Todos los que aparecen en la escena
quedan retratados con sus capacidades y sus carencias. Si todos tienen
muchas capacidades la fotografía será de color y de alta calidad y si no
las tienen será en “blanco y negro” y de baja calidad.
A priori,
cuando uno cuenta con todos los medios de un Estado y con todo el poder
de ejecución, la gestión de una crisis pudiera considerar una cuestión
fácil, pero resulta que no lo es y a los hechos me remito.
Pero
pasemos a ordenar solamente algunos de los aspectos esenciales para
asumir con ciertas garantías la gestión de una crisis de estas
características:
· Disponer de un sistema de prevención y
vigilancia para así obtener la información que nos indique si la
infección puede llegar a nuestro territorio.
· Identificar
nuestras capacidades y debilidades para afrontar la crisis sanitaria,
social y económica, si se produce la transmisión del virus a nuestro
territorio
· Auditar y definir las necesidades: de personal, de material y de instalaciones, entre otras.
· Elaborar
un Plan General de Actuación frente a la crisis: protocolos de
actuación, planes de coordinación, plan de comunicación
Dentro de los protocolos de actuación y de las medidas urgentes a adoptar deberían estar algunas como las siguientes:
· Establecer necesidades de personal sanitario y de otras especialidades
· Establecer
las necesidades de material cubiertas y las que no para establecer la
compra del material sanitario y de protección necesario
· Identificar las vías por las que pueden llegar casos a España (marítima, terrestre o aérea) y las medidas de control.
· Establecer medidas para el control de la población infectada y su tratamiento.
· Establecer
medidas para que la población no infectada disminuya el riesgo de
infectarse (mascarilla, distancia social, higiene)
· Habilitar espacios no hospitalarios para prevenir la sobrecarga del sistema sanitario
· Establecer
protocolos para aquellos lugares de alto riesgo de contagio
(residencias de ancianos, centros penitenciarios, colegios, empresas,
lugares de ocio, etc.)
· Reducción de la movilidad o prohibición de esta
· Prohibición de reuniones
· Tratamiento de los fallecidos
· Mentalizar a la población de los efectos de la pandemia y la necesidad de colaboración (comunicación)
· El tratamiento de la postcrisis
ANÁLISIS DE LO OCURRIDO EN NUESTRO PAÍS
Si
me permiten haré un repaso de algunos de los puntos esenciales desde el
punto de vista médico sanitario y poder analizar así si la gestión ha
sido correcta o no, si hemos atendido a criterios profesionales o a otro
tipo de criterios, etc.
¿Disponíamos de un sistema de prevención y vigilancia?
Sí
disponemos de un sistema de prevención y vigilancia que aportó
información nacional e internacional, lo que ocurre es que
políticamente, desde el comienzo, se optó por la política negacionista,
desoyendo las advertencias de las instituciones internacionales. Parecía
más importante la lucha política entre Gobierno y Oposición que atender
a lo que se nos venía encima.
Desde el mes de diciembre de 2019
ya existían informaciones que nos indicaban que se podía producir una
pandemia, pero se prefirió comunicar que a nosotros no llegaría,
solamente es necesario ir a la hemeroteca para comprobarlo.
El
efecto inmediato de no asumir un problema es que no se toman las medidas
necesarias para atajarlo y por tanto se pierde un tiempo que después
nos faltará. Recordemos que la velocidad de respuesta es vital para
defendernos de los efectos de cualquier crisis.
¿Se
procedió a identificar nuestras capacidades y debilidades para afrontar
la crisis que supondría la llegada del virus a nuestro territorio?
Es
evidente que no. Solamente es necesario recordar las comunicaciones
oficiales por parte del responsable de gestión, Fernando Simón,
diciendo: “A España no llegará”, “Como mucho no habrá más allá de algún
caso diagnosticado”, “No habrá transmisión local”. Con un planteamiento
así es imposible que se estuviese preocupando de identificar nuestras
capacidades y debilidades. ¿Qué más dan nuestras capacidades o
debilidades si no llegará a nuestro territorio? La verdad es que esto,
desde el punto de vista profesional de gestión de crisis me parece no
sólo un error sino algo trágico, teniendo en cuenta que en una crisis de
estas características los errores se pagan con fallecidos. Mientras se
dedicaban a estos menesteres no llevaban a cabo las gestiones
necesarias, perdiendo nuevamente un tiempo precioso que luego
necesitaríamos y ya no tendríamos. Si nos preparamos para la crisis
antes de que llegue reaccionaremos a tiempo, estaremos preparados,
seremos proactivos, pero si no lo hacemos y comenzamos a reaccionar
cuando ya la tenemos encima pasaremos a ser reactivos, es decir, ya solo
podremos ir taponando “vías de agua” a medida que se produzcan. Y esto
es lo que exactamente ocurrió en nuestro caso.
¿Se
establecieron las necesidades de personal sanitario y de otras
profesiones que serían necesarios para intentar paliar los efectos de la
crisis?
A la vista de las imágenes que todos pudimos ver
en la primera ola, y que lamentablemente se han reproducido en la
segunda, aunque con menor intensidad, no parece que se hubiese previsto
mucho. Todos pudimos contar con el sacrificio del personal de sanidad
que se esforzaron y arriesgaron la vida en primera línea de batalla al
COVID, pero todos pudimos ser testigos de sus protestas, sus lamentos,
sus peticiones, sus críticas. Se trasladó personal de los servicios
primarios, cerrando estos, se contrató a personal que no había terminado
la carrera, se utilizó al personal en prácticas, se contrataron a
jubilados y voluntarios. ¿Creen ustedes que esto es un ejemplo de
prevención? Pues no, no lo es. Si lo fuese habríamos aplaudido desde los
balcones la gestión de nuestros políticos, pero no lo hicimos y
solamente aplaudíamos a aquellos que daban muestras evidentes de estar
luchando por nosotros sin medios, pero con valentía y arrojo. Esos
aplausos eran la muestra evidente del éxito de unos y del fracaso de
otros. Los ciudadanos parecíamos con nuestras palmas entonar un sonido
que si se le pusiese letra sería algo así como “Salvarnos de esta”.
¿Se
procedieron a establecer las necesidades de material cubiertas y las
que no, para establecer un plan de compras del material sanitario y de
protección?
Estoy seguro de que no. Y esto no es así
porque un paso previo a la realización de estas tareas es la puesta en
marcha de una auditoria para comprobar nuestro estado real, no sobre el
papel, que el papel lo soporta todo. Un problema que se produce es que
el Estado, en la mayor parte de las cuestiones, es auditor de si mismo,
adulterándose de este modo los resultados, lo que no se produciría si
las auditorias fuesen externas, de organizaciones imparciales que no
están sujetas a las presiones internas.
En este aspecto huelga
decir que no se llevó a cabo la compra de material con una previsión
lógica y con tiempo de anticipación. Todos hemos sido testigos del
intento de compra de material en plena pandemia y de espectáculos
bochornosos en los que todas las administraciones comenzaron a intentar
realizar compras independientemente. Además de todo ello, se produjo un
caos informativo donde, en el caso de las empresas, ni siquiera tenían
claro cuál era el material adecuado para comprar. Y no recordemos,
porque recordarlo produce rabia, los engaños, retrasos y compra de
material que no estaba en buenas condiciones.
También podemos
recordar las imágenes, y una vale más que mil palabras, que nos
mostraban a los sanitarios intentando protegerse con plásticos o con
material fabricado por ellos mismos. Debemos dar gracias en este sentido
que nuestro pueblo es un pueblo solidario y en los peores momentos de
la pandemia aparecieron personas individuales y empresas dispuestas a
poner todo de su parte para comprar o producir el material necesario. La
escena nos recordaba que “Don Pueblo” siempre está dispuesto para
pelear y poner lo mejor de cada uno, a pesar de la inoperancia de los
que los dirigen.
¿Se procedió a identificar las vías por
las que podrían llegar casos a España (marítima, terrestre o aérea) y
las medidas de control?
Es evidente y obvio que las vías
estaban identificadas. El virus necesita un vehículo de transporte que
puede ser el ser humano, los animales (si existiese transmisión entre
animales y ser humano), o los materiales en los que pueda alojarse y
sobrevivir durante un tiempo. Todo ello entra por nuestras fronteras por
las tres vías señaladas. Pero lo importante de la frase no es la
primera parte sino la segunda <<establecer las medidas de
control>>. Pues en España identificamos las vías de entrada y nos
quedamos parados pensando qué hacer. Nuestros gobernantes tenían un
montón de dudas en sus cabezas: no perjudicar la economía, no establecer
medidas anti electorales, no molestar a colectivos o partidos, no
paralizar los ingresos del turismo, no paralizar las empresas. Dudas
razonables pero que evidencian las tremendas carencias de preparación
para afrontar la crisis, la falta de planes de prevención, la falta de
experiencia y muchas otras faltas. El resultado es ya conocido, se
llevaron a cabo manifestaciones, reuniones de partidos, encuentros
deportivos, llegaron a España turistas de países como Italia o Alemania
que ya tenía ciudadanos infectados de COVID, o de la misma China, y no
pasó nada. El título ya va tomando forma y creo que no me he equivocado
al utilizar la palabra “desastrosa”, creo que incluso podría haber unido
a ella la palabra “lamentable”.
¿Se establecieron medidas para el control de la población infectada y su tratamiento?
Yo
no soy especialista en medicina y hablo solamente desde el punto de
vista de la gestión de la crisis, de una gestión que, como la de todo
este tipo de situaciones, requiere de sentido común y de un
procedimiento de trabajo ordenado y lógico. Desde este punto de vista
parece obvio que cuando existe una infección y transmisión comunitaria,
debemos identificar qué parte de la población está infectada y qué parte
no lo está y para ello es necesario llevar a cabo pruebas diagnósticas a
toda la población, o por lo menos a la mayor parte de ella. Cómo
podemos enfrentarnos al virus si ni siquiera sabemos dónde se encuentra.
Otra cuestión es que no podamos llevar a cabo estas pruebas porque no
dispongamos del material, lo que nuevamente parece evidenciar lo
preparados que estábamos y la cantidad de planes que teníamos
preparados.
Fijémonos en el orden de compra de material que se ha
llevado a cabo, realizado a un ritmo que no marcábamos nosotros sino
nuestras carencias. Primero mascarillas quirúrgicas y EPI,s, como no
llegan para la población se habilitan las higiénicas de todo tipo, con
certificación o sin ella, después respiradores, después guantes y
pantallas, después batas. Y ahora, en este momento de la segunda ola,
pues ya tenemos mascarillas, ya tenemos material y por tanto ahora
necesitamos comprar test PCR o test de antígenos.
Lo que parece
evidencias el orden de compras es que no teníamos ningún plan y
reaccionamos como pudimos y, por tanto, procedimos a comprar lo más
necesario. Ahora que tenemos cubiertas, más o menos, las necesidades
primarias, procedemos a cubrir las de diagnóstico. No les parece un
absurdo esto señores. Estamos comprando ahora el material que habría que
haber comprado al principio para tratar de identificar a la población
contaminada y proceder a su aislamiento y curación. El mundo al revés.
Esto es como si estuviésemos en la guerra y comprásemos todo el material
y por último las balas.
¿Existían protocolos para aquellos lugares de alto riesgo de contagio como las residencias de ancianos?
Me
permito resaltar las residencias de ancianos porque el resultado ha
sido dramático. Todos hemos podido ver a familiares que no podían
despedir a sus seres queridos, las infecciones masivas y las muertes a
millares. Tenemos una deuda eterna con nuestros mayores que levantaron
un país para que viviésemos mejor que ellos y no hemos sido capaces ni
de protegerles.
Está claro que, en el análisis inicial, donde
había que haber previsto los lugares de mayor riesgo, las residencias de
ancianos deberían haber ocupado un lugar preferente. Son lugares en los
que coinciden varios de los vectores de riesgo como son la edad
avanzada de los residentes, otras patologías, hacinamiento en muchas de
ellas, imposibilidad física de aislar a los residentes, etc.
La
falta de previsión y de planes específicos han provocado la muerte de
millares de ancianos ingresados en las residencias de todo el territorio
español que no son si no el resultado de un fracaso estrepitoso. Esto
es algo sobre lo que, sin duda, deberán depurarse responsabilidades más
adelante.
Es gravísimo también que muchos de los residentes hayan
perdido la vida sin poder despedirse de sus familiares en la era de las
nuevas tecnologías, en la era de las comunicaciones. Cómo puede ser que
no hubiese nada previsto y que se solucionase con la buena voluntad de
los trabajadores de estos centros. Como siempre resolviendo los
problemas los héroes anónimos, los que han padecido con ellos esta
situación.
Lo más sangrante de este asunto es que en plena
crisis, en vez de ponerse todos a una a intentar resolver la situación,
los políticos se dedicaban a atacarse unos a otros, gobierno y
oposición, y a intentar no asumir la responsabilidad de la gestión. Me
parece increíble que haya personas, no me importa de qué signo político
sean, que puedan dormir tranquilos después de esto.
¿Había protocolos para el tratamiento de fallecidos?
Pues
no es necesario comentar mucho. Recordemos los muertos amontonados en
los hospitales, en los pasillos, la falta de refrigeradores de los
hospitales para tanto fallecimiento y las soluciones de improvisación.
Recordemos el montaje de la pista de hielo del Palacio de Hielo de
Madrid para almacenar allí cientos o miles de cadáveres.
Pero les
voy a recordar más. Como nadie puede defender esta gestión si por no
tener no teníamos ni un control real. Se acuerdan de las personas a los
que se les comunicaba que su anciano familiar había fallecido y no
podían decirle donde se encontraba su ataúd. Pero podemos continuar
porque la gestión es peor aún. Cómo iban a ser capaces de gestionar
protocolos para los cadáveres si ni siquiera eran capaces de contarlos. A
día de hoy, en la segunda ola, donde ya no podemos decir que nos ha
pillado de sorpresa, todavía no sabemos con exactitud cuántos ancianos
han fallecido de COVID, ni cuantos ciudadanos españoles han muerto por
la infección. ¿Es grave o no? Estamos en la era de las comunicaciones,
de la informática, de la inteligencia artificial. ¿Cómo puede ocurrir
esto? Y lo peor de todo sería pensar ¿no saben las cifras o es que nos
están manipulando y no nos cuentan la verdad? En cualquier caso, todo
evidencia la no preparación, la falta de protocolos, la inexperiencia y
muchos otros
males.
¿Se ha mentalizado a la población de los duros efectos de la pandemia con una campaña de comunicación correcta?
Lo
peor, créanme, lo peor desde el punto de vista de la gestión de esta
crisis ha sido la comunicación. Si tuviese que calificarla diría que
merece una nota de Muy Deficiente. Podría enumerar miles de ejemplos,
pero es que todos ustedes los han escuchado. Más que una campaña de
información a mi me parece una campaña de desinformación. Si lo que
quieren es que todos los españoles desconozcan cuales son las
intenciones de su gobierno lo han conseguido con nota. Si lo que
pretenden es ocultar la falta total de preparación y los errores
garrafales, lo han conseguido con nota.
Existe un problema peor
que el comunicar mal y es desconocer a quien se comunica el mensaje.
Aquí todos debemos entonar el mea culpa, somos españoles y tendemos a
entender las cosas como queremos, adaptándolas a nuestras necesidades en
cada momento, no somos respetuosos con las normas, siempre intentamos
saltarnos las restricciones. No es casualidad que una de las obras
maestras de nuestra literatura sea “El Lazarillo de Tormes”, un truhan
con todas las letras, y nuestra joya literaria por excelencia sea “El
Quijote”. Que genialidad la de Cervantes dibujando un señor, un
gobernante, fuera de la realidad y un representante del pueblo, Sancho
Panza, cargado de sabiduría popular, pero obedeciendo las órdenes de un
loco incapaz. ¿De dónde le vendría la inspiración a nuestro gran
escritor?.
De verdad que no conocen a su pueblo, de verdad que no
saben como nos comportamos. A principios de la pandemia había mas
denunciados que infectados y yo, en aquel momento, dije que un país así
tenía que hacer una profunda reflexión. Lo malo es que esto ocurría y
sigue ocurriendo.
Desde el gobierno se ha comunicado de forma
lamentable. El ministro Illa y Fernando Simón no son un buen ejemplo de
comunicadores. Pero algo peor es que se comunica y se informa con
tibieza, sin transparencia, engañándonos como a idiotas, con bailes de
cifras, con instrucciones que no entienden ni ellos. Podríamos afirmar
que este punto de la gestión de crisis es el exponente mas
representativo del tremendo fracaso a la hora de gestionar nuestra
crisis.
Un ejemplo clarificador de lo que estoy diciendo es que,
tal y como está establecido en la gestión de crisis, cuando se prevé que
no podremos controlar sus efectos la comunicación hacia la población
debe ser transparente con el objetivo de lograr su confianza y
mentalizar a la misma del esfuerzo y los esfuerzos que habrá que
realizar. Si analizamos los datos aportados por varias encuestas en los
que nos informan de que un 51 % de los españoles no se fían de la vacuna
y no quieren que se les suministre estaremos ante el resultado de una
campaña de información penosa.
La nefasta campaña de comunicación
permanente ha dado como resultado una mayor desconfianza del pueblo en
sus gobernantes, agravando todavía más la crisis y generando una
situación negativa hacia la “obediencia”, lo que sin duda no es bueno
para gestionar la crisis existente.
CRISIS FUTURAS
El
problema de las situaciones de crisis es que habitualmente, como los
males, nunca vienen solas. A menudo, los expertos en estas situaciones
lo reconocen, cuando la situación parece que no puede agravarse mas se
agrava o aparece otra situación de crisis paralela. En este sentido,
esta crisis es evidentemente así. Ha llegado para situarnos en un
escenario de crisis sanitaria, de drama sanitario, pero que también nos
ha generado un agravamiento de las crisis que ya teníamos: la económica y
social.
Todavía no habíamos superado los efectos de la anterior
crisis económica y ahora el COVID nos sitúa en las peores cifras
económicas de la historia reciente. Si vislumbran horizontes de parados
inasumibles, ruinas de negocios, pérdida de poder adquisitivo, pérdida
de muchas de las ventajas de nuestro estado del bienestar y un largo
etcétera de cuestiones. Esta crisis, que también se ve venir, será un
desastre que también nos pille por sorpresa.
A juzgar por las
medidas adoptadas por el gobierno no parece que exista un plan claro,
más allá de esperar el dinero que llegue de Europa y nos salve. Lo que
ocurre es que el endeudamiento alcanzará cifras inasumibles y habremos
hipotecado la España de nuestros hijos, la de nuestros nietos y alguna
generación más allá.
Con la crisis económica llegará la crisis
social. El enorme número de parados y subsidiados obligarán a aumentar
la presión impositiva sobre aquellos que todavía son capaces de mantener
sus empresas a flote, probablemente hundiendo a muchas de ellas. El
dinero no cae del cielo, ni de Europa, el dinero se nos presta y tenemos
que pagarlo.
Como puede entenderse entonces que, en plena crisis,
en un país con un tejido industrial mayoritariamente de micropymes o
pymes se plantee una subida en el mes de octubre de este año de la cuota
de autónomos. Si estas son las medidas de apoyo mejor que nos dejen
como estamos. La necesidad de recaudar hace que se subsidie a los que no
pueden producir grabando a los que todavía lo hacen para poder mantener
el gasto público. Estas medidas tendrán como fruto el cierre de miles
de negocios que dejarán de aportar y pasarán al otro lado del escenario.
Otro
problema, otra crisis, es la gestión de la digitalización de la
Administración del Estado. En estos momentos tan duros, donde todo se ve
afectado, los ciudadanos requieren de una administración rápida y
eficaz para solventar en alguna medida los problemas del día a día. Se
necesitan agilizar procesos administrativos y mejorar los plazos para
que las empresas tengan una respuesta rápida a sus peticiones. El
problema, que cuesta entenderlo, es que la respuesta de la
administración ha sido pasar a mucho de su personal a la situación de
teletrabajo. Este asunto, a priori, no debería afectar al rendimiento de
los servicios, no debería ralentizar las gestiones de los ciudadanos.
Pues el resultado es todo lo contrario. Los procesos administrativos se
han ralentizado, los plazos se han alargado, los ciudadanos no reciben
la atención necesaria y todo funciona peor que antes. ¿Pueden ustedes
entenderlo? Pues es fácil. Es más que evidente que no existía un plan
para responder a esta situación y se ha ido respondiendo a todo a medida
que se producían los acontecimientos, tarde, mal y sin sistema lógico
alguno.
Otro problema que viene a agravar aún más nuestra
situación y que es otra crisis en sí misma, es la llegada masiva de
inmigrantes del continente africano y de otras zonas del mundo. Esto es
sin duda un problema humanitario, una crisis humanitaria. Debemos
responder con prontitud, con respeto hacia estas personas que son
víctimas de dramas mayores del que nosotros estamos viviendo, pero con
orden y con un sistema de integración preparado para asumir estas
llegadas, así como con un análisis exhaustivo de los motivos de estas
llegadas masivas. No podemos ponernos a inventar soluciones que mas que
ideas son ocurrencias y que son parches que no solucionan nada. El
problema, como siempre, es que ni siquiera pensábamos que esto podía
ocurrir, nos ha sorprendido. Somos el país de la sorpresa permanente
fruto de la ineptitud histórica ante este tipo de situaciones.
Jorge Gómez Pena
Vocal Inteligencia ADISPO y AIMCSE
CEO en HSI
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